Barañao justifica el ajuste en Ciencia y Técnica

12/12/2016

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Revista Desenklaustrados | Opinión

Por Alejandro Curino

Doctor en Biología, Investigador Independiente de CONICET y Profesor Adjunto de la Universidad Nacional del Sur - Referente PSol Bahía Blanca

He recibido mi educación primaria, secundaria y universitaria en instituciones públicas. Realicé mi tesis de doctorado durante cinco años con una beca del Conicet. Toda mi formación fue en instituciones gratuitas financiadas por el Estado. Es decir que, en mi caso como en el de tantos otros, con el aporte económico de nuestro pueblo pude obtener una formación profesional que no podría haber obtenido de otra manera dada la humilde condición económica de mi familia. Sin embargo, luego de esta importantísima inversión educativa, me encontré que cuando estaba listo para comenzar una etapa productiva con la cual podría devolverle al país lo mucho que me había dado, no tenía cómo ni dónde.

Recibí mi título de Doctorado en junio de 2001. Para entonces, Cavallo ya nos había enviado a lavar los platos y López Murphy había amenazado con disminuir el presupuesto a algunas universidades y cerrar otras. Corrían versiones de que el Conicet, cuya carrera de investigador era en ese momento casi la única salida laboral para un biólogo formado para hacer investigación científica, iba a ser privatizado o directamente cerrado. A esa altura, y después de la nefasta década menemista, estaba convencido de que el país había entrado en un modelo económico irreversible de absoluta dependencia, en el que la ciencia y la tecnología no iban a ser necesarias, puesto que íbamos a ser productores de materias primas agrícolo-ganaderas y los productos generados por el desarrollo científico-tecnológico, con su consiguiente valor agregado, iban a ser importados de los países del primer mundo en lugar de producidos en nuestro país. Obviamente que en este caso estos productos serían consumidos solo por aquellos pocos privilegiados que pudieran darse el lujo de pagarlos. Además tenía hijas que alimentar y educar, por lo tanto consideré que la única solución era hacer lo mismo que venían haciendo tantos científicos en las últimas décadas: emigrar. ¡La famosa fuga de cerebros!

No me sorprendió la facilidad con la que se podía obtener una posición para realizar una formación posdoctoral en Estados Unidos ya que este país hacía con nosotros un gran negocio: obtenía científicos productivos de buen nivel a bajo precio y sin haber invertido ni un solo dólar en su formación.

Fue así que pocos días después de haber recibido mi título de doctor, me despedí de mis padres, hermano e hijas, que por razones familiares no podían acompañarme, y me subí por primera vez en mi vida a un avión con la seguridad que solo volvería a Argentina para visitar periódicamente a mis seres queridos. Si en esa noche de angustia alguien hubiera tratado de consolarme diciéndome que cinco años después iba a poder retornar a mi país para comenzar una etapa de producción científica gracias a las políticas de un presidente peronista, lo hubiera mandado a la mismísima mierda. Y sin embargo, a poco de iniciado el mandato de Néstor Kirchner y siguiendo las noticias desde el exterior, empecé a enterarme de hechos increíbles, como que después de mucho tiempo se les aumentaba el sueldo a los investigadores y que estaban ingresando al Conicet aproximadamente 500 investigadores y 1.000 becarios por año (situación que se ha mantenido hasta diciembre del 2015). Estos ingresos al Conicet son muy importantes porque logran que los investigadores se queden en el país y que si salen al exterior, no lo hagan expulsados por un sistema que no los necesita, sino para especializarse, aprender y volver.

Es por todo esto que me causó estupor e indignación la reciente declaración del ministro Barañao en la Cámara de Diputados, afirmando que el sistema científico está “rebalsando porque los científicos no se van del país”, sobre todo porque se contrapone tan drásticamente con sus declaraciones y acciones durante su período al frente del ministerio con el gobierno anterior.

Es cierto que un período posdoctoral en un centro de formación de excelencia (que puede ser o no en otro país, pues también tenemos de estos centros en Argentina) es muy importante en la formación de un científico, siempre y cuando ese investigador pueda retornar al país una vez finalizado dicho periodo. Si no es así, se pierde todo lo que el país ha invertido en su formación. El ministro no es ingenuo, todo lo contrario, es una persona muy inteligente y capacitada. Sus recientes declaraciones al explicar el presupuesto de su área para el 2017, que proyecta una fuerte reducción desde casi el 0,8 % del total del Presupuesto nacional a 0,59 %, sin explicar de qué manera retornarían al país los investigadores que deban irse porque están “rebalsando”, solo pueden indicar una cosa: está justificando el ajuste en el área de Ciencia y Técnica. Y es muy triste y lamentable que así sea porque cuando fue consultado por su sorprendente permanencia al frente del ministerio con el cambio de gobierno, declaró que si no lograba mantener el nivel alcanzado en los últimos años en Ciencia y Técnica presentaría su renuncia.