Por Carlos Grande
El pueblo boliviano, que acaba de derrotar a la dictadura instaurada tras el golpe contra Evo Morales, demuestra en estos días el amplio campo de acción que se abre a las fuerzas progresistas de América Latina para recuperar un camino anti oligárquico y de soberanía.
Ni las sucesivas oleadas represivas, ni las maniobras proscriptivas, ni los intentos de fraude pudieron evitar el masivo triunfo electoral del Movimiento al Socialismo (MAS) en alianza con el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP).
El retorno a la democracia en el Estado Plurinacional de Bolivia, de la mano de Luis Arce y David Choquehuanca, es también una victoria del pueblo argentino.
Fue la máxima dirigencia del Frente de Todos, y el propio presidente Alberto Fernández, quienes impidieron en noviembre de 2019 el asesinato de Evo, y decidieron luego su asilo en el país junto al ex vicepresidente Álvaro García Linera.
Ese fue un drástico giro luego de que Cambiemos avalara durante sus últimos días en el gobierno a la dictadora Jeanine Añez.
La recuperación del proyecto popular en Bolivia es además una expresión de repudio a la posición golpista de la OEA (Organización de Estados Americanos) y consolida la intención de reconstituir la Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), creada en 2008 con el impulso de los entonces presidentes Néstor Kirchner, Luiz Inácio Lula da Silva y Hugo Chávez.
"El proyecto correcto es el de Unasur y no el del Grupo de Lima, que se creó por motivos ideológicos y está obsesionado con Venezuela, mientras Unasur está obsesionado con que crezca América Latina", remarcó el Presidente Fernández.
El pueblo argentino manifestó antes, y lo hará nuevamente en esta coyuntura, su vocación por cambios de fondo en el país y en la región, sin injerencias externas y poniendo freno a las persecuciones, los abusos y privilegios de los poderes dominantes.