Por Carlos Grande
Las campañas opositoras muestran hoy una supuesta “preocupación” por los chicos y las chicas, pero esa postura es fingida y proviene de los mismos sectores que durante el anterior gobierno atentaron gravemente contra la escuela pública y el cuerpo docente.
Nada puede ocultar que fueron años de desinversión, deterioro de infraestructuras, aliento a salidas privatizadoras y ataques a los gremios de educadores, todo lo cual impactó en alumnos/as y en las familias de sectores sociales medios y más vulnerables.
Hoy, frente a las claras políticas de reconstrucción implementadas durante los últimos 16 meses, algunos dirigentes y medios claman contra la suspensión temporaria de la presencialidad educativa.
Pero no es eso lo que los moviliza: lo que buscan en realidad es desacreditar el conjunto de medidas de emergencia adoptadas ante el fuerte salto en los contagios de coronavirus.
Del mismo modo que bregan por quitar legitimidad al gigantesco despliegue sanitario y de vacunación, que se viene desarrollando a gran velocidad, como se ve en todo el territorio bonaerense.
La población de Buenos Aires también es testigo de la recomposición salarial de maestros y maestras, del importante refuerzo de la inversión en las escuelas y de iniciativas como el programa de Acompañamiento a las Trayectorias y la Revinculación (ATR) de cientos de miles de estudiantes que tuvieron dificultades para sostener la escolaridad durante la pandemia.
Todo eso es apostar de verdad a la educación, mientras se extrema el cuidado de la salud de la comunidad educativa y de la sociedad en general.