Uno de los avances más significativos en esta década se ha dado en el área científico-técnica. La revalorización de la Ciencia y la Tecnología como una política estratégica imprescindible para el desarrollo independiente y el crecimiento económico ha dejado de ser, por primera vez desde la recuperación democrática, una retórica vacía de contenido.
Por Susana Estévez, ex investigadora del INTI, miembro de la Comisión de Desarrollo Tecnológico de Carta Abierta, miembro del Psol.
El impulso que ha recibido este sector es el más importante que se recuerde en la historia del país, pues no se ha encarado parcialmente como en otros intentos. Se ha transformado en una clara y consecuente política de Estado. La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva “cuya misión es orientar la ciencia, la tecnología y la innovación al fortalecimiento de un nuevo modelo productivo que genere mayor inclusión social y mejore la competitividad de la economía argentina, bajo el paradigma del conocimiento como eje del desarrollo”, como se declara en sus fundamentos, marca un hito fundamental. Las autoridades designadas son especialistas e investigadores de primera línea, con el claro objetivo de lograr que los desarrollos e investigaciones se concreten en transferencias a la industria. Una muestra de este enfoque son los cambios producidos en el CONICET para la evaluación de sus investigadores. Se tendrán en cuenta los trabajos de desarrollo tecnológicos en institutos y empresas y no sólo, como hasta ahora, la cantidad y nivel de las publicaciones. Se modifica así una política de recursos humanos que no ayudaba a que nuestra ciencia esté al servicio del desarrollo productivo.
Las partidas presupuestarias destinadas al sector han sido y son integrales. Se ha invertido en infraestructura, en contratación de becarios e investigadores con una remuneración digna, en nuevos institutos, en equipamiento.
Para nosotros, que desde siempre hemos padecido la emigración de nuestros científicos perdiendo así no solo el esfuerzo económico del pueblo para formarlos, sino también los servicios que deberían haber prestado para el desarrollo del país, parece un milagro verlos volver. El programa Raíces, gracias a las nuevas condiciones que se les ofrece, ya ha logrado la vuelta de mil investigadores, en su mayoría radicados en Europa.
Nada mejor que las cifras concretas para dimensionar este cambio. Veamos algunas diferencias entre el 2003 y el 2012:
El presupuesto del CONICET pasó de 250 millones a 2.900 millones de pesos. La cantidad de becarios e investigadores se duplicó. Sus remuneraciones, al igual que las de los docentes universitarios se incrementaron en un 1.000%. El porcentaje del PBI dedicado a CyT pasó de 0.40% a 0.62%, llegando a valores cercanos a los de los países desarrollados.
La creación de la empresa Y-TEC, constituida por YPF y el CONICET con el objetivo de lograr desarrollos propios en el sector energético; la terminación de Atucha ll; el impulso al INVAP, que ha logrado materializar la construcción y lanzamiento de satélites propios y la radarización del país; la mega muestra de Tecnópolis que va por su tercer temporada; y la creación de TECTV, son sólo algunos hitos que ya se han alcanzado.
De aquí en más se deberán afinar las estrategias destinadas a desarrollo de productos y transferencia de tecnología a las empresas nacionales. Para ello resulta imprescindible la coordinación entre los ministerios de Agricultura, Industria, Planificación y el MINCyT y sus instituciones específicas (INTI, INTA) para acelerar la concreción de sus respectivos planes 2020 (agroalimentario y agroindustrial; industrial; planeamiento estratégico; Argentina innovadora). Nuestra expectativa de más y mejores fuentes de trabajo, de creación de mayor riqueza para distribuir, en fin, de una mejor calidad de vida para nuestro pueblo depende, en gran parte, del éxito en el cumplimiento efectivo de estas políticas.