Repensar la educación y atacar la desigualdad

05/06/2020
Escuela

ContraEditorial | Opinión

Por Carlos Grande

¿Qué se pone en debate ante esta situación de pandemia? ¿Qué vuelve a resolver el sistema educativo en tiempos de crisis? ¿Cómo debemos pensar nuestros jardines, escuelas y la educación superior en tiempos de distanciamiento? Sin hacer de este espacio una pedagogía de la pregunta podemos buscar algunas pistas que expliquen cómo estamos y cómo debemos volver del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio.

El presidente Alberto Fernández suele decir que lo que puso en descubierto esta situación es la gran desigualdad que hay en la Argentina. Que por otra parte es el tema central a atender en el presente y en lo que vendrá.

Las escuelas de la provincia de Buenos Aires, lugar donde vivo, atienden como siempre lo han hecho, y más en tiempos de crisis, a toda su comunidad, centralizando en este caso desde el Estado el acompañamiento de políticas de contención y de continuidad pedagógica.

Esta continuidad depende, por un lado, de los accesos a la conectividad y a los bienes tecnológicos para poder afrontarla, y por otro, de las limitaciones derivadas de la discontinuidad de programas como Conectar Igualdad, la debilidad de la formación docente continua y la falta de prácticas mediadas por el recurso tecnológico.

El aislamiento irrumpió a pocos días del inicio de clases y muchas instituciones pudieron responder rápidamente a esta situación, gracias al gran compromiso de miles de colegas docentes, millones en el país, probando y errando, como decía Simón Rodríguez, en este nuevo escenario.

A casi 80 días de aislamiento, hoy sabemos que la voluntad de muchos se transformó en políticas, que la política se ordenó en resoluciones y protocolos, y ya debatimos el mundo educativo post pandemia.

Es verdad que esta crisis puso en descubierto las desigualdades, lo cual nos obliga a pensar qué hacemos con el diagnóstico. Nosotros, como docentes, estamos convencidos que nada puede reemplazar a la presencialidad. Pero a la vez entendemos que el aprendizaje es ubicuo y expandido, lo que debe legitimar nuevos modos de enseñar y de aprender.

El aislamiento también puso en debate la evaluación de saberes: la acertada decisión del ministro Nicolás Trotta de no calificar en estos períodos también debe ser una oportunidad para debatir cómo aprendemos lo que aprendemos y cómo damos cuenta de ello.

Podemos poner en discusión la repitencia y la gradualidad en el sistema educativo. También entender la necesidad de tener en el aula a grupos pequeños de forma presencial, para encontrarnos en seminarios y clases multitudinarias, sincrónicas y asincrónicas en la virtualidad.

Tenemos una oportunidad para repensar todo. Ante el aislamiento, el presidente Fernández dice que escribimos la obra mientras la actuamos. A mí me gusta una metáfora similar: construimos el barco mientras navegamos. Es un tiempo fantástico para navegar y repensarnos.

La escuela puede seguir siendo ese espacio transformador, democrático, participativo y solidario, que recibe y abraza a millones de niñxs y jóvenes que llegan y construyen su sociabilidad, sus amistades y algunos aprendizajes.

Convirtamos entonces a las instituciones educativas en espacios de debates y de transformación de nuestras realidades. Y por supuesto, sin transfigurarnos en esclavos de la conectividad o de respuestas inmediatas que no están mediadas por la reflexión y por la distancia crítica.

Hoy lo urgente es achicar brechas. Pero aquellas que son tangibles: en primer lugar, las que expresan las desigualdades e injusticias que sufren los barrios populares. Por ejemplo, en hogares donde los equipos móviles y computadoras son insuficientes para el trabajo de educación, por más empeño que pongan padres, hijos y hermanos.

Es prioritario, además de atender las carencias sociales y habitacionales (más aún con las emergencias alimentaria y sanitaria), que todos tengan acceso a Internet sin consumir datos para aprender. Y que los docentes, además de recuperar ingresos perdidos, cuenten con los dispositivos modernos y actualizados para abordar las tareas de este tiempo.

Esa educación transformadora se logra debatiendo la distribución de la riqueza, cerrando el paso a los que evaden impuestos y sacan el dinero afuera del país. Se logra invirtiendo en trabajo, en salud, en educación, en seguridad y en vivienda, y no en la especulación financiera.

Quienes formamos parte del Frente de Todos hemos dicho que volvimos para ser mejores. Hoy decimos que estamos listos para volver a las aulas, cuando sea posible, en las mejores condiciones y con el mismo compromiso democrático. Habiendo aprendido de esta travesía y con la responsabilidad de que nuestros Gobiernos aseguren una educación de calidad y sin exclusiones.

Nota publicada en ContraEditorial el 05/06/2020