Declaración de Nuevo Encuentro
Hace seis años, en la IV Cumbre de las Américas realizada en Mar del Plata, los pueblos y gobiernos de la región le decían no al ALCA impulsado por los Estados Unidos. El mejor homenaje a esa gesta liberadora es hoy la lucha por fortalecer los instrumentos de integración regional que ya han probado ser armas poderosas en la defensa de la paz, la democracia y la estabilidad política en la región.
La herencia de la Cumbre de Mar del Plata es la fortaleza del Mercosur que estuvo, en aquella ocasión, en la primera fila contra la prepotencia imperial de Bush. Es también el impulso al desarrollo de la Unasur que fue vital para defender la estabilidad democrática en Bolivia y Ecuador y para evitar (con el aporte central de nuestro ex presidente Néstor Kirchner) el enfrentamiento armado entre Colombia y Venezuela.
En medio de una crisis profunda del paradigma de globalización neoliberal, la región se muestra como una de las áreas más dinámicas del mundo. Como una de las más comprometidas con la democracia, en tiempos en que las burocracias financieras toman decisiones frente a las crisis de los estados nacionales europeos, inhibiendo las soberanías nacionales de esos estados.
Un mundo pacífico es un mundo justo y democrático. Sin fuerzas imperiales que se arroguen poderes de policía fuera de sus fronteras. Sin imposiciones de organismos internacionales de crédito que han desnaturalizado las funciones para las que fueron creados. Es un mundo en el que sean respetados los derechos de los países menos poderosos económicamente. Un mundo con un orden institucional que no sea la mera instrumentalización del interés de los poderosos, sino con democracias que garanticen el derecho de todos y todas a vivir con dignidad.